viernes, 15 de enero de 2010

Carta de una madre a otra en el Pais Vasco

El siguiente texto me llegó a mi email por mediación de un compañero y lector del blog (¡gracias!). Aunque no entra dentro de la temática que usualmente veis por aqui, creo que está escrito con unas palabras tan claras y demoledoras que es digno de ponerlo. Juzguen ustedes:

Vi tu enérgica protesta delante de las cámaras de TV en la manifestación de ayer a favor de la reagrupación de presos de ETA y su transferencia a cárceles del país vasco. Y cómo te quejabas de la distancia que te separa de tu hijo, y de lo que te supone económicamente ir a visitarlo. Vi toda la cobertura mediática que dedicaron a dicha manifestación, así como el apoyo que recibiste de otras madres en la misma situación y de otras personas que querían ser solidarias contigo. Y vi, también, que contáis con el firme apoyo de comisiones pastorales, -¡ay, los curitas vascos!- órganos y entidades en defensa de los derechos humanos, gestoras, ONGs, etc.

Como pedíais comprensión a voz en grito, yo, que también soy madre, puedo comprender tu protesta e indignación, pero antes quiero decirte algunas cosas. Verás.

La distancia que nos separa a mi hijo y a mí es enorme, y mis dificultades para visitarlo pueden ser idénticas, o tal vez mayores que las tuyas. Sólo con mucho sacrificio puedo hacerlo los domingos, porque trabajo incluso los sábados para asegurar el sustento y la educación del resto de mi familia, pues soy viuda y madre de dos hijos. Tenía otro hijo más, pero murió una lluviosa mañana de otoño cuando se dirigía al instituto. Tuvo la mala suerte de pasar cerca de un coche aparcado cuando hizo explosión una bomba lapa que había puesto otro chico no tan joven como él en los bajos de ese vehículo. El que la puso era tu hijo, ¿sabes?, por eso está entre rejas. Y yo quisiera que tú te pusieras un poco en mi pellejo, y en tu próxima visita a la cárcel, cuando estés besándolo y hablando con él, pienses que quizá yo también puedo estar visitando al mío, pero no podré sentir como tú el timbre de su voz ni el calor de sus besos..., sólo ahogarme en lágrimas y dejar allí, en su tumba, como único consuelo, un ramo de flores.

Ah, se me olvidaba decirte que con lo poco que gano a pesar de lo mucho que trabajo, no sólo tengo que sostener mi casa, sino pagar, a través de los impuestos, el derecho de tu hijo a vivir sin dar golpe, dormir en un cómodo colchón y tomar una nutritiva comida caliente todos los días.

Y una última cosa. Nunca vino a mi casa ningún representante de esas entidades que tan cálidas y solidarias son contigo para darme apoyo, ni para dedicarme alguna palabra de alivio. No vinieron ni tan siquiera para decirme cuáles son MIS DERECHOS, y eso que dicen ser "entidades en defensa de los derechos humanos". Será, tal vez, que a mí no me otorgan la condición de ser humano.

3 comentarios:

Lograi el Luciérnago dijo...

Muy dura carta. Nos muestra una verdad que hay gente que no quiere ver. ¿Derechos? Para todos o para ningunos. O, al menos, no para los que privan a otros de los suyos...
Vamos, digo yo...

Unknown dijo...

Impactante la carta, me ha llegado al alma... no se como pueden estar pidiendo derechos, quien quita una vida no puede andar exigiendo. Mi apoyo desde luego es con esta madre y con todas las victimas del terrorismo como ella. ABAJO ETA, VIVA LA PAZ Y LA LIBERTAD DE TODOS!!!

Pablo de los Rios dijo...

Yo soy vasco y he tenido la mala suerte de sufrir el terrorismo de cerca y me rindo ante el dolor y sufrimiento que emana esta carta, pero no puedo evitar no estar de acuerdo con la reacción general que está levantando.

Yo ruesgo todos los días ser testigo del fin de la banda terrorista y de todo el entramado político y empresarial (el más importante) que la sustenta, pero este escrito me parece que mezcla dos dolores involuntarios y muy reales. Es innegable que la mujer que ha perdido a su hijo es víctima de una injusticia suprema, pero la madre del etarra encarcelado no creo que tuviera la intención de criar a un asesino despiadado. Y es que ambas son dos de las mil caras del dolor que ETA genera, y no me parece justo que una de las partes cargue contra la otra.

También he de admitir que no he visto las imágenes de la madre del preso cuando hizo su reivindicación y desconozco el contexto o los términos en los que la realizó. Pero esta carta no debería ser ni utilizada ni defendida con argumentos políticos, sino que es un triste ejemplo más de la destrucción y trsiteza que deja la banda terrorista a su paso.

Deseo que no se malinterpreten mis palabras ya que no es mi deseo ofender a nadie. Un saludo.