miércoles, 2 de noviembre de 2005

Relato: DIAL H FOR HERO (CAPÍTULO 2)

En anteriores capítulos:

DIAL H FOR HERO (Capítulo 1)

PROLOGO

Billy se asombró de que las cosas no hubiesen empeorado, y es que desde su pequeña aventura como superhéroe, como mínimo se había transformado en una persona más abierta, pero casi le había hecho meter la pata con Jessica, su compañera de trabajo. Y es que, como el título de aquella película, ¿por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, eso era únicamente lo que había buscado en ella (¡si es que mira que fue imbecil por intentar disfrazar una mera atracción sexual con algo más!).

Pero tras una conversación posterior había quedado todo claro (ella también había pasado lo suyo, aunque ahora quería estar sola y, tal y como le dijo, no era su intención hacerle daño, porque ella sabía muy bien lo que eso significaba) Y Billy decidió no darle la tabarra, que en estos casos más vale tener una buena amiga (y Jessica siempre lo había sido) que tener que ver todos los días una cara amargada al llegar.

De repente el ruido del teléfono lo sacó de su ensimismamiento:

- ¿Diga?

- Billy, soy Ben Urich. Necesitamos que vengas a ver el ordenador de Jameson porque no sé que le pasa y anda vociferando como loco por la oficina.

- Enseguida.

Billy se acercó a la central del Bugle, donde trabajaba, y al llegar comprobó el ordenador de Jameson (el propietario del periódico). Se le había desconfigurado el correo electrónico debido a un virus de estos puñeteros que no dañan el ordenador pero que lo desbarajustan un rato. Al arreglarlo le dio a ENVIAR Y RECIBIR para comprobar que funcionara bien. Fueron entrando los emails y Billy estaba a punto de volver a zambullirse en sus pensamientos cuando uno le llamó la atención:

MISTERIOSO VILLANO ASESINA A UNA FAMILIA AFROAMERICANA
La pasada madrugada una familia de clase media que vivía en la zona oeste del Bronx fue brutalmente asesinada y su edificio quemado por un misterioso villano que vestía de oscuro y que se identificó como el Diácono según algunos testigos presenciales. La policía metropolitana le sigue la pista, así como algunos de los enmascarados de la ciudad, pero de momento no se sabe nada de él.


Ese email era uno de tantos que le solían llegar a Jameson con algún hecho relevante, y él luego juzgaba cuales eran de interés y cuales no. Generalmente era información proporcionada por contactos de los periodistas del Bugle, que a veces se adelantaban incluso a las noticias oficiales.

Pero si a Billy le había llamado la atención era por otra cosa. Estaba seguro que, fuera quien fuese el tal Diácono, era una persona que había encontrado el dial que él había tirado a la basura. Y el dial daba poderes, pero luego dependía de la persona como los usara...

DIAL H FOR HERO : CAPITULO 2

Mary Durban era abogada en un bufete neoyorquino. Uno de sus competidores era el bufete de Nelson y Murdock, famoso por el éxito que solía conseguir en casi todos sus casos, si bien últimamente había habido mucha polémica desde que surgió el rumor de que el abogado ciego Matt Murdock era el enmascarado Daredevil, cosa que aún no se había podido demostrar.

Mary era una chica joven, de 29 años, y el prototipo de eso que se suele llamar la vecinita de al lado, ya que era bastante atractiva aunque tampoco con la belleza de las supermodelos (o, para el caso, de las superheroinas). Llevaba dos años casada y recientemente había conseguido trabajo en el bufete de Usher, Naylan y Alcott. Normalmente sus casos eran los típicos y tópicos de infidelidades de todo tipo que daban lugar a procesos de divorcio, separaciones, etc. Pero ahora le habían encargado un caso raro.

Sam Scott era un hombre de 46 años. Su fama de racista era sobradamente conocida, ya que era el presidente de la asociación CIUDADANOS PUROS, que descaradamente promovía la supresión de toda clase de beneficios y ayudas para todo aquel que no fuera de raza blanca. Si bien sus palabras eran ofensivas en la mayoría de casos, nunca habían pasado de ahí, pero el día anterior había sido detenido como sospechoso de ser el Diácono, un supervillano que había aparecido de la nada pero que se había cargado todo un edificio de la zona pobre del Bronx habitado por afroamericanos. Y el bufete de Mary había aceptado el caso, poniéndola a ella como su abogada de oficio.

Sam y Mary estaban en un despacho especial de interrogatorios que estaba acondicionado con un inhibidor de poderes. Eso permitía que cualquier supertipo que entrara allí perdiera los poderes mientras estaba dentro, lo cual les hacía pensar más con la cabeza y menos con los puños.

- Buenos días Sr.Scott. Soy Mary Durban, su abogada de oficio.

- Hola guapísima. Venga, vamos a hablar.

- Sr. Scott, sere clara. ¿Es usted el Diácono?

- Sí.

- ¿Sí? ¿Y lo admite así, sin más?

- Usted es abogada, demuestre como lo he hecho. El Diácono, según los testigos presenciales, derribó varias puertas y paredes a patadas, se enfrentó con cinco hombres a la vez matándolos a todos y destrozó a puñetazos los pilares del edificio para luego lanzar unas bolas de fuego con las manos que lo incineraron todo. Y usted misma podrá ver tras el examen médico que me han hecho que mi fisonomía es normal, ni tengo ningún poder ni contacto con nada que me dé poderes.

- ¿A que juega? Si usted no es culpable adelantaría más reconociéndolo.

- Es que soy culpable. Odio a los negros, a los gitanos, a los moros, a todas esas putas razas de gentuza inferior que vienen aquí a comerse nuestras ganancias y a aprovecharse de nuestros beneficios, sacándole la comida de la boca a gente de nuestro país. Y yo fui allí y los maté a todos. Y disfruté. Y lo volvería a hacer. Y mataría a más. Y es que deseo matar a más. Pero para eso necesito salir de aquí, o sea que espero que me liberen pronto, encárgate de eso, nena.

- Sr.Scott, un respeto por favor.

- Sabes, estas muy buena. Creo que cuando salga de aquí te iré a hacer una visita. Seguro que tienes necesidad de un hombre como Dios manda.

- Sr.Scott, espero que se calme porque mientras continúe en la misma aptitud no haremos nada.

Pero eso fue exactamente lo que pasó. Nada. Ni una sola prueba de que Sam Scott hubiera cometido los asesinatos, y por mucho de que él admitiera que lo había hecho, si no había pruebas para detenerlo, había que dejarlo en libertad.

Pasó una semana, y Mary salía un día de trabajar. Se había quedado hasta tarde, pero llamó por teléfono a su marido para que viniera a buscarla, a lo que él contestó que en unos 20 minutos llegaría. Mary se sentó en un banco del parque que había frente al bufete, ya que como hacía un poco de calor prefería esperar a su marido en la calle, donde estaría más fresca.

De pronto vio a un hombre con sombrero y gabardina que se acercaba donde estaba ella. Quizás fue su intuición femenina, pero de repente se puso alerta. El hombre se acercó a ella y se sentó a su lado:

- Disculpe –dijo ella- pero estoy esperando a mi marido.

Ella esperaba que diciendo eso el hombre se cohibiera un poco, pero por si acaso ya estaba a punto de levantarse e irse cuando él la agarró de la blusa para que se volviera a sentar. De repente sintió como se ponía encima suyo, agarrándola con firmeza. Entonces ella pudo ver su rostro, el rostro de Sam Scott mezclado con el de un demonio. Su cuerpo se había vuelto rojo y su musculatura y su fuerza habían crecido, como pudo notar Mary al tenerlo encima de ella. Su rostro tenía una mirada de locura total, aparte de dos cuernos que salían de su frente como si se tratase del mismísimo Satanás. Se había transformado en un demonio.

- Te dije que necesitabas probar un nuevo hombre, abogadilla. Antes fui el Diácono, pero ahora soy Satánico Pandemonium, y no te llegas ni a imaginar el rabo que tiene este demonio...

Mary se asqueó cuando aquel monstruo le puso las manos sobre las tetas, sobándolas lascivamente, pero con la idea de ganar tiempo le dijo:

- Escuche, probablemente me va a violar y a matar, ¿porqué no me dice como ha hecho... esto?

- Es justo, total, se explica rápido. Iba yo paseando por la calle un día cuando me crucé con una pareja. Me fijé que el tío tiraba algo a la basura y lo recogí. Era como una especie de dial con las letras HERO. No le di importancia pero probé de apretarlas y me transformé en el Diácono. Viendo el poder que tenía encima, el resto ya se lo puede imaginar. Ahora menos charla y más sexo.

Mary, en el suelo, con aquel hombre-demonio encima, pensaba que había llegado su fin. Pensó en su marido, y en cuanto lo quería y decidió cerrar los ojos para no ver el horror de sus últimos momentos.

Y justo entonces, el monstruo que tenía encima fue lanzado hacia un lado por un golpe. Mary rápidamente chilló por la sorpresa pero se levantó y se puso a resguardo en el cercano portal. Entonces se fijó en que el diablo se levantaba refunfuñando, pero ya no la miraba a ella para atacarla, sino a su salvador: Frank Castle, el Castigador.

Frank Castle era un exsoldado que había intentado volver a la vida civil, pero que al ser testigo involuntario (junto con su mujer y sus hijos) de un ajuste de cuentas, había visto morir a los suyos a manos de los mafiosos. Tras perder a su familia Frank se convirtió en Punisher (el Castigador), una máquina de matar maleantes, perseguido por la justicia por sus métodos expeditivos.

Esa noche Frank estaba siguiendo a unos esbirros de Kingpin metidos en un asunto de drogas con niños, cuando se encontró con aquel monstruo que intentaba violar a la mujer. Si hay una cosa que Frank no aguantaba era la violencia contra mujeres y niños. Golpeó al monstruo, lo que le facilitó la huida a la chica. Estando ella a cubierto sacó Punisher una ametralladora y acribilló al monstruo, el cual cayó sin vida al suelo, transformándose después en un ser humano normal.

- ¿Está bien? –le preguntó Frank a la mujer.

- Si, gracias –tras lo cual Mary le contó todo, absolutamente todo, lo relacionado con el caso. Punisher miró en la gabardina que había llevado puesta el demonio, pero no encontró el dial que había dicho Mary. Tras aquello llegó el marido de Mary, quien fue corriendo a socorrerla, pensando que Frank era el atacante. Mary le dijo que no, que Punisher había sido quien la había salvado pero Frank Castle desapareció en las sombras de la ciudad cuando escuchó que se aproximaban las sirenas de la policía.

Mary contó lo sucedido a los agentes, pero cuando se registró el piso de Sam Scott no se encontró nada. Lo del dial se pensó que había sido un invento, aunque no se pudo justificar como pudo conseguir sus poderes Sam Scott.

EPILOGO 1

Torres Fisk. Su propietario, Wilson Fisk, alias Kingpin, había escuchado lo que le había dicho uno de los esbirros que habían sido testigos (tras ser seguidos por Punisher) del asunto entre éste y aquel demonio. Kingpin sabía lo que era tratar con superhéroes, aunque él no tenía poderes. Pero si existía por ahí un dial que otorgaba habilidades extraordinarias a su poseedor, sin duda el Kingpin del crimen de Nueva York haría lo que estuviera en sus manos para que ese dial fuera suyo...

EPILOGO 2

Mary esperó a que su marido estuviera dormido, y se levantó en silencio. Cogió la ropa de su incidente de esa noche y sacó el dial del bolsillo del pantalón. Mientras Punisher había acabado con Scott, Mary vio que el dial había caído del bolsillo de la gabardina del demonio. No sabía porqué, pero su instinto le había indicado que lo cogiera y que se callara. Lo miró en silencio, observando los cuatro botones: H-E-R-O. ¿Sería verdad lo que había dicho Sam Scott cuando la atacó? ¿Pasaría algo si lo probaba?...

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