viernes, 9 de diciembre de 2022

PINOCHO DE GUILLERMO DEL TORO, una genial obra de animación

Cuando se estrenó la adaptación de Pinocho de Matteo Garrone ya cité lo que por aquel entonces iban a ser los futuros proyectos de Robert Zemeckis y Guillermo del Toro: dos adaptaciones del popular clásico de Carlo Collodi, siendo el primero en acción real bajo el amparo de la Disney, y como remake del clásico animado de la misma; mientras que el mexicano optó por la animación stop-motion. En el caso de Zemeckis se estrenó en la plataforma Disney Plus el pasado septiembre con unos resultados tan miméticos al original que se antoja una mera operación de marketing, dentro de esa moda que tiene Disney en los últimos años de realizar remakes en supuesta "acción real" (porque en muchos casos se llevan a cabo con animación CGI) de sus clásicos animados.

En una interesante jugada con la clara intención de que pueda competir en la próxima temporada de premios, el Pinocho de Guillermo del Toro se estrenó de manera limitada en cines el pasado mes de noviembre, para posteriormente estrenarse en la plataforma Netflix este mes de diciembre. Ha sido una decisión parecida a la realizada también por Netflix con la secuela de Puñales por la espalda, que la mencionada plataforma estrenará el 23 de diciembre, pero que pude ver en un pase de prensa previo. En el caso de esta película de Guillermo del Toro codirigida por Mark Gustafson, no he tenido esa suerte y bien que lo lamento, porque su versión de Pinocho es UNA OBRA MAESTRA visual que se merecía sin duda alguna el estreno en salas, y que se posiciona sin problemas como uno de los mejores films del año.

De hecho en su aspecto visual no puedo achacarle ningún tipo de problema a este Pinocho de Guillermo del Toro, porque se nota el cariño, el esmero y el extremo cuidado con el que se ha realizado esta excelente película de animación en stop-motion, cuidando cada detalle en un trabajo de artesanía digno de todas las alabanzas. Al igual que Geppetto insufla vida a Pinocho, los responsables de este film (porque aunque Del Toro se lleve los méritos en el título, sería injusto olvidar a Gustafson) consiguen dotar de alma, de sentimiento y de vida a todos y cada uno de los personajes de esta emotiva adaptación, quizás no apta para toda la infancia (los más pequeños pueden no acabar de entenderla, aunque les entretenga en mayor o menor grado su acabado visual) pero desde luego que si recomendable para todos los públicos. Y es que con este film Del Toro vuelve a terrenos conocidos para él, ya explorados antes en títulos como El laberinto del fauno, contraponiendo la fertil imaginación infantil frente a la intransigencia totalitaria.

La obra original de Collodi vió la luz en 1883, en una sociedad muy diferente a la actual (por lo que la historia no era tan dulcificada como versiones posteriores nos han hecho creer), pero el responsable de La forma del agua traslada la acción a la década de los años cuarenta, en una Italia fascista que vivia la ascensión de Mussolini. Eso conlleva que en sus primeros minutos veamos aqui como Geppetto tiene un hijo llamado Carlo (con evidente homenaje al autor de la obra original en su nombre) que muere durante un bombardeo, lo que lleva a que su progenitor se hunda en el alcoholismo. Tiempo después, en una de sus habituales borracheras, cortará un tronco (en el que vive el grillo Sebastián, narrador de la historia) y tallará una marioneta de niño, a la que insuflará vida algo así como una hada, que se apiada de Geppetto y espera de esa manera darle esperanzas y motivos para seguir viviendo. Pero este Pinocho resulta una criatura tan inocente (desconoce en inicio las normas más básicas) como temida (cuando lo ven por primera vez lo tildan de criatura del demonio)

A partir de ahi veremos un intenso periplo de Pinocho, que le llevará desde el abuso que sufre a manos del codicioso conde Volpe, hasta el ser llevado a un campamento militar infantil por algo así como el magistrado del pueblo, que lo ve como un aliciente para las jóvenes tropas por su invulnerabilidad. Pese a los evidentes cambios sobre la base original, los momentos más icónicos del relato permanecen, si bien otros se modifican, como el de la transformación en burros de los niños desobedientes, que en este caso sería la transformación en "buenos" soldados de los niños obedientes (según el régimen fascista), lo que trastoca la versión original, pero cuyo alegato a la insumisión lo hace igualmente válido, aunque tenga sus consecuencias. El único punto donde quizás cojearía (levemente) este film sería en unas canciones que, aunque no molestan, no acaban de cuadrar del todo con el tono general y podrían haber sido prescindibles.
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