Me llamo Michael Warren, pero podéis llamarme Chacal. ¿Por qué este apodo? Os contaré como era y en lo que me he convertido.
Aunque ahora mismo no lo parezca, hubo una época en la que era una persona feliz. Tenía un trabajo que me gustaba, una novia realmente preciosa y un futuro prometedor frente a mí. ¿Qué cual era mi profesión? Dermatólogo.
Muchos os sorprenderéis ante esta profesión y que el destino me deparara lo que me deparó. Yo trabajaba en un laboratorio científico, ya que buscaba un remedio para regenerar la piel de la gente que hubiera tenido accidentes (por quemaduras, etc.) que les hubieran dejado desfigurados. Junto con la piel buscaba la regeneración celular, pero aunque lo mejor es utilizar células madre, llegó un punto en el que me encontraba en la disyuntiva de si seguir mis investigaciones saltándome todos los márgenes, o de si plantarme un punto ético sobre el cual no traspasar el límite. Al final opté por que si iba a ayudar a la humanidad con lo que descubriera, unos límites éticos no tenían porque pararme.
Cuando empecé a cruzar el límite y hacer pruebas que no hubieran sido muy bien vistas por ciertos sectores religiosos ultraconservadores, fue cuando descubrí por fin lo que pretendía. Al hacer una mezcla química entre células biológicas y otras sintéticas descubrí lo que yo bauticé como el Dermaplex. Se trataba de una sustancia líquida de consistencia densa y de color parecido al de la piel humana. Al principio no sabía si funcionaría o no, pero hice una prueba con animales de laboratorio que dio resultados positivos. Lo que pasa que no sabía si funcionaría con el cuerpo humano.
Entonces es cuando llegamos a la noche fatídica, la noche en que me morí tal y como era antes.
Todo comenzó hacia media tarde, cuando Jane, mi novia, vino a verme para darme una sorpresa. Yo no me la esperaba, y como estábamos solos en el laboratorio le dije que esperara un momento que iba a recoger, cerraba y nos íbamos. En ese momento escuchamos un gran estruendo que venía del exterior. Al asomarme por la ventana ví un vehículo que había frenado bruscamente y del que se estaban bajando dos hombres que llevaban a un tercero (que parecía herido) a hombros, mientras que otros dos hombres más guardaban a los tres primeros con pistolas en sus manos.
- Michael –me dijo Jane- Será mejor que nos vayamos ahora mismo porque no me dan muy buena pinta esos tipos.
Le hice caso y cerré el laboratorio, pero cuando íbamos a salir nos los cruzamos en la entrada. A Joe, el guardia de seguridad, le estaban apuntando a la cabeza.
- ¡Quieto amigo, de aquí no va a salir nadie!
- ¿Qué significa esto?
- Muy sencillo –dijo otro de los matones- nuestro jefe está herido, y como no podemos llegar a nuestro destino con él así, por eso hemos parado en este laboratorio farmacéutico. Supongo que algún médico habrá que lo pueda curar. Una vez que lo haga nos largaremos sin problemas.
Miré al hombre herido. Estaba sangrando por el brazo derecho, la mano del cual la tenía quemada como si le hubiese estallado el arma que llevaba. Efectivamente era eso lo que había pasado:
- Nos hemos visto inmersos en un tiroteo y a John le dispararon con tal mala fortuna que le dieron al arma que llevaba encima y esta le explotó, quemándole la mano e hiriéndole en el hombro.
Uno de los matones se había acercado a Jane y agarrándola con firmeza, le apuntaba con un arma en la sien:
- ¡Michael!
- Tranquila cariño, todo saldrá bien.
- Si Michael, todo saldrá bien porque tu vas a curar a John, ¿verdad?
- Lo intentaré.
- No, lo intentaré no. Lo harás. ¿Por qué sabes que le pasará a tu preciosidad de novia como no lo hagas?
- ¡Por favor, haré lo que sea pero no le hagas daño, te lo suplico!
- Bien, pues actúa.
Subimos nuevamente al laboratorio. Allí curé de la mejor manera que pude la herida del hombro, pero era lo de la mano (realmente en muy mal estado) lo que me preocupaba, ya que la quemadura parecía haber sido tan profunda que afectaba a los nervios y por eso el tal John estaba desmayado, ya que el dolor tenía que ser inaguantable. Entonces fue cuando pensé que tenía una oportunidad para utilizar el Dermaplex.
- Escuchadme, vuestro compañero tiene la mano en muy mal estado. Lo mejor que se podría hacer en este caso (y eso os lo diría cualquier médico) sería que hay que amputársela. Pero yo tengo un producto en fase experimental que puede regenerársela y dejarlo como estaba.
- ¿Estas seguro doctorcillo? Ya sabes lo que te juegas como salga mal...
- Si sale bien él tendrá de nuevo una mano y si sale mal lo único que puede pasar es que la pierda y eso os juro por Dios que es lo mejor en el peor de los casos.
- Bien, pues actúa.
Me fui a la cisterna donde teníamos el Dermaplex y saqué un cuarto de litro en un bol que acerqué al herido. Introduje la mano quemada dentro del líquido de mi creación y esperamos.
La mezcla hizo efecto en pocos minutos. El líquido fue desapareciendo mientras envolvía la mano del enfermo, creando delante de nosotros una nueva extremidad, totalmente sana. Sólo unos pocos restos de Dermaplex quedaron en el fondo del bol cuando retiró la mano, totalmente regenerada. Los esbirros del hombre herido miraron asombrados pero contentos... o al menos eso me parecía.
- Su amigo ya está bien, ahora pueden irse sin problemas.
- No, pero es que tenemos un problema, y es que nos hayas visto la cara. ¡Jim!
El tal Jim, que era quien estaba apuntando a Joe, el guardia de seguridad, disparó y lo mató delante de nosotros.
- ¡NO! –chilló Jane.
- Silencio zorra.
- ¡SOIS UNOS ASESINOS!
- Ya lo sabemos, zorra, cállate de una puta vez o te reviento delante del cabrón de tu novio.
- ¡Por favor, por favor, por favor, no nos hagan nada, no se preocupen por nosotros que no diremos nada, no les delataremos!
- Exacto, es que sé que no lo vais a hacer –y diciendo estas palabras se giró y le descerrajó dos tiros en la cabeza a Jane, matándola en el acto.
- ¡NO, HIJOS DE PUTA!
- Con que esas tenemos, ¿eh?
BANG
Un disparo me dio en la cabeza, matándome, o al menos eso creía yo. Estaba con los ojos abiertos pero tendido en el suelo, sin posibilidad de mover ni un solo músculo de mi cuerpo. Entonces los seguí escuchando:
- Larguémonos, pero antes hay que borrar las huellas.
- Quémalo todo, pirómano.
- Bien, pensé que ya no iba a poder quemar más cosas.
Oí pasos que se alejaban pero uno de ellos continuaba por aquí. Tras cinco minutos se acercó a mí y me dijo:
- Me encanta quemar cosas. Este será un bonito lugar para destruir. Espero que estés contento de la tumba que tu y tu amiguita vais a tener. – y tras estas palabras se largó.
Escuché un chisporroteo tras lo cual noté calor, proveniente de un pequeño incendio en la sala de experimentación del laboratorio. El incendio se propagó rapidamente y lo consumía todo. Cuando me llegó a mí noté que el fuego consumía mi cuerpo, aunque no notaba ninguna sensación de dolor ni nada parecido. Estaba a punto de perder la conciencia (y pensaba yo que de morirme del todo) cuando la cisterna de Dermaplex se derramó sobre mí, al igual que todo el resto de productos químicos que había allí cerca. Tras aquello ya no ví nada, aunque sentí una gran explosión que lanzó mi cuerpo a las alturas, hasta caer en un río cercano que me arrastró...
¿Llegué a morir? No lo sé. La cuestión es que al cabo de un tiempo desperté en la orilla del río. Al parecer la corriente me había llevado hasta las afueras de la ciudad. Estaba un poco confuso al despertar pero rapidamente me acordé de todo y me miré el cuerpo.
Estaba sin ninguna herida.
¡Asombroso! Yo había sentido como me disparaba a la cabeza, como mi cuerpo se quemaba y como la explosión me disparaba fuera del laboratorio, y aún así parecía estar sin ningún tipo de herida. Pero tenía que volver a la ciudad para contar lo que había pasado. Ví una granja cercana y decidí acercarme para solicitar ayuda desde allí (y para pedir si me daban algo para vestirme, ya que la ropa que llevaba encima eran harapos requemados y sucios que apenas me cubrían mi cuerpo semidesnudo).
Piqué a la puerta de la granja y salió a recibirme un hombre de aproximadamente mi edad. Me miró a la cara y me preguntó quien era:
- Me llamo Michael Warren. He sido víctima de un ataque en la ciudad, caí al río desmayado y he aparecido aquí –decidí que esa sería, de momento, mi versión de los hechos, mientras se lo decía al granjero.
- Pero... pero... pero... ¡Si usted es como yo!
- ¿Qué?
- ¿Quién es usted realmente?
- Ya se lo he dicho, me llamo...
- Y una mierda, usted es mi hermano gemelo, ¿es que no lo ve?
- No me he visto la cara en ningún espejo.
El granjero abrió un cajón, sacó un espejo y me lo lanzó en la distancia, como si tuviera miedo de acercarse a mí por si era algún tipo de psicópata o algo así. Lo cogí al vuelo y me miré en él.
Ví reflejado al granjero. Pero no a él (que estaba frente a mí), sino que yo mismo ya no era como era antes, era físicamente idéntico a ese hombre.
- ¡Dios mio!
- Tenga, le daré ropa para que se vista si quiere, pero será mejor que salga de aquí.
Me vestí con las prendas que me dio el granjero, aún sorprendido de que mi rostro, de que todo mi cuerpo, fuera ahora casi clónico al de aquel hombre al que jamás había visto hasta aquel momento. Cuando ya me iba me fijé en la televisión del granjero, que había estado encendida todo ese rato. En ese momento estaban dando las noticias y salía el Presidente de los Estados Unidos en unas declaraciones que había hecho por no sé que asunto del que ahora no me acuerdo. Pero eso no importa, porque el granjero me miró y me dijo:
- ¿Qué clase de monstruo es usted? Lárguese antes de que llame a la policía.
Me miré al espejo que me había lanzado antes el granjero, que lo había tenido en mi poder durante todo el rato. Ahora yo era como el Presidente de los USA.
Asombrado y atónito salí al exterior corriendo, perdiéndome en el cercano bosque. Tras una carrera desesperada hasta caer exhausto, me senté bajo un árbol y me miré al espejo. Seguía siendo la viva imagen del Presidente norteamericano. Pensé entonces en mi propia imagen, en tal y como yo me recordaba, y lo hice sin soltar en ningún momento el espejo, dispuesto a ver con mis propios ojos que me pasaba.
Apenas fueron un segundo o dos, más no. Y es curioso porque no sentí nada, ni dolor ni absolutamente nada de nada. Pero ví como toda mi cara (y, lógicamente, también el resto de mi cuerpo) cambiaban hasta volver a tener mi aspecto original. Entonces me acordé de Jane... y me transformé en ella:
- ¡Esto es asombroso! –y al instante me llevé las manos a la boca porque la frase la había dicho CON LA MISMA VOZ de Jane. Y todo mi cuerpo había cambiado hasta convertirse en un clon exacto del de Jane. Os lo aseguro.
Recuperando otra vez mi aspecto original decidí volver a la ciudad a la mayor brevedad posible, ya que iba a ir a por los malvados que habían acabado con Jane. Ahora tenía muy claro que con estas nuevas habilidades que tenía, cazarlos y castigarlos era algo que podía realizar yo sólo. Pero tenía que ir con cuidado, ya que la mezcla de productos químicos y Dermaplex sobre mi organismo había creado una reacción química que me había transformado en un ser humano metamórfico, es decir, capaz de adoptar el aspecto IDÉNTICO de cualquier otro ser humano, fuera hombre o mujer. Pero aparte de esa capacidad no sabía yo que otras cosas me habian pasado, o incluso de si esta sería temporal o permanente.
Cuando entré en la ciudad me dirigí hacía mi casa, para investigarme un poco más a mí mismo antes de decidir exactamente lo que hacer. Las casualidades de la vida (ya que sólo se pueden denominar así) me hicieron cruzarme con uno de los asesinos de Jane.
Este me miró asombrado, pero yo pasé por su lado sin darle mayor importancia (después de todo estaba la calle llena de gente) pero sabiendo que él me había visto, me dirigí a un cercano callejón donde no había nadie. Agachándome como si me estuviera atando el cordón de los zapatos, sentí en poco rato como me empujaba y tiraba al suelo, apuntándome con un arma y diciendo en tono semisusurrador:
- ¿Cómo coño estas vivo? ¿De donde apareces? Te pegamos un tiro, te quemamos e hicimos explotar el laboratorio donde estabas.
- Ya lo sé, mira lo que me habéis hecho, cabrones –y diciendo esto me transformé en él. Asombrado ante el hecho de tener delante suyo a una persona que era como él tuvo un momento de duda que aproveché para golpearle y hacerle soltar el arma. Pero tipos así raramente van con tan poca cosa, y sacó una navaja que me clavó en el costado:
- Ahora te vas a morir y permanecerás muerto, ¿entendido? –y mientras decía eso clavaba bien hasta el fondo la navaja en mi cuerpo, mientras que con la mano libre me agarraba del cuello e intentaba estrangularme. Yo estiré la mano y fui a parar a un ladrillo cercano que cogí y estrellé contra su cabeza con todas mis fuerzas. Loco de furia e ira me puse sobre él y le machaqué el ladrillo contra la cabeza una y otra vez hasta que lo único que quedó en mis manos fue polvo y sangre.
Estaba muerto. Acababa de cometer un asesinato. Es verdad que había sido en defensa propia y en venganza, pero yo jamás pensé que mataría a nadie en mi vida, sobretodo cuando siempre había buscado algo con lo que ayudar a la humanidad.
Pero ahora tenía que preocuparme por mí. Estaba herido, con lo cual me saqué la navaja de mi costado, y ahí fue cuando descubrí mi otra habilidad. Pensando que probablemente me desangraría antes de llegar a cualquier sitio minimamente parecido a un hospital o algo así donde pudieran ayudarme, no me di cuenta que la herida había cicatrizado sola hasta desaparecer como si nunca hubiera existido. Cuando me percaté de ello me di cuenta que eso significaba que la mezcla de Dermaplex con todos los productos que se derramaron y explotaron en el laboratorio había creado un nuevo producto que se había unido a mi cuerpo (si no hubiera sido por él estaría ahora bien muerto) y que me confería capacidades metamórficas ilimitadas y regeneración celular antes las heridas.
Como aún tenía el aspecto del hombre al que acababa de matar, decidí quedarme con él para llegar a los otros, máxime cuando el cadáver que yacía a mis pies estaba lo suficientemente desfigurado como para que en principio no lo reconociera nadie. Tras lo que había hecho sabía que no había vuelta atrás, con lo cual Michael Warren estaba a todos los efectos muerto. Ahora podía ser quien quisiera y hacer lo que quisiera. Y estaba decidido a que mi primer objetivo iba a ser la venganza de mi propia muerte.
Al tener el aspecto de uno de mis asesinos, me di cuenta que el tipo era un matón de baja estofa, porque al irme a los barrios peligrosos de la ciudad me percaté de que todo el mundo lo miraba con temor, pero sólo los vagabundos, los mendigos o los pobres, porque a la que me crucé con otro delincuente de su mismo estilo (uno de la banda) escuché:
- ¡Eh, Jimbo! ¿Dónde coño te metes? ¿Es que no sabes que el jefe nos convocó a una reunión? Venga vamos...
Me dejé llevar por aquel individuo (uno de los presentes en la noche fatídica de mi muerte, aunque este no hizo nada), con la esperanza de que ese jefe al que me había nombrado fuera el mismo al que yo curé con el Dermaplex. Efectivamente así era, porque llegamos al poco rato a un pequeño almacén, y al entrar me encontré con el mismo individuo al que yo había visto herido, que ahora se encontraba estupendamente. Junto a él estaban los otros dos secuaces que le acompañaron la noche fatídica que acabó conmigo y con Jane, más ahora el tipo que me acompañaba y yo. Tenía a la banda al completo.
- Jimbo, ¿tú eres idiota? Después de nuestro atraco del otro día y de la explosión del laboratorio farmacéutico, no podemos permitirnos pasear por la calle, alguien nos puede reconocer. Vamos a hacer la repartición del botín ahora mismo y que cada uno se largue y desaparezca del mapa durante una buena temporada.
- ¿Cuánto conseguimos? –pregunté de manera suave.
El jefe del grupo me miró extrañado pero me contestó:
- 10 millones que tengo en ese maletín. Ahora mismo repartiremos dos millones para cada uno y nos largaremos.
Mi interior rabiaba de odio, los tenía tan cerca de mí que quería matarlos a todos. Pero tenía que actuar fríamente, se me tenía que ocurrir algo. Entonces fue cuando casi providencialmente uno de ellos dijo:
- ¿Y las armas que utilizamos en el atraco? Tendremos que deshacernos de ellas...
- Exacto –dijo el jefe- Estan en esta bolsa de viaje –y diciendo eso puso sobre la mesa una bolsa como de deporte de color rojo- ¿Algún voluntario?
- Yo –dije.
- ¿Tú? ¿Y como piensas deshacerte de ellas? –me contestó el jefe.
- Tiraré la bolsa al río. El peso la hundirá al fondo.
- ¿Os parece bien al resto? –preguntó el jefe.
- Por mi vale.
- Sí.
- Me parece bien.
- Sólo una cosa, ¿las armas estan cargadas? –pregunté.
- En algunas creo que quedan balas, sácalas si quieres.
Tiré de la cremallera y abrí la bolsa. Ante mí tenía un pequeño arsenal compuesto por tres pistolas, dos ametralladoras y una escopeta. Nunca había tenido en mis manos un arma de fuego, pero me acordé de un amigo soldado que tuve (que murió en una reciente guerra) que me explicó un día, así por encima, el funcionamiento básico de una ametralladora, y me di cuenta de que era el mismo modelo que estas que tenía frente a mí. Miré el cargador y ví que le quedaban al menos 50 proyectiles a cada una...
Los otros cuatro tipos estaban repartiéndose el dinero mientras yo miraba las armas, con lo cual habian dejado de prestarme atención. Me giré hacia ellos con una ametralladora en cada mano:
- Disculpad pero tengo algo que decir.
Todos me miraron asombrados. Parece ser que el tal Jimbo era algo así como el tonto del grupo, y les sorprendió ver que tuviera una actitud así:
- ¡Pero tío, que te pasa! ¿No me dirás que quieres quedarte con todo el dinero? ¿Adónde iras?
Me transformé en Michael Warren, lo cual les dejó atónitos:
- ¿Pero que coño eres tú?
Me fijé en unas cajas que había en el almacén con un chacal pintado en los laterales, y sólo se me ocurrió decir:
- Soy el Chacal, y esta es mi venganza.
Disparé sin compasión sobre ellos. Los 100 cartuchos de las ametralladoras los gasté, y por si aún había alguno que estuviera medio vivo, cogí el resto de armas y también las descargué sobre ellos. Con todos ya muertos cogí el maletín con los 10 millones y me escabullí antes de que apareciera la policía, probablemente alertada por el ruido de los disparos.
Mientras caminaba por la calle, alejándome del lugar, pensé en mi futuro. No podía volver a aparecer como Michael Warren porque investigarían sobre lo que me había pasado y no tenía ganas de que nadie me controlara y me investigara como un conejillo de Indias, sobretodo con las capacidades extraordinarias que tenía yo ahora. Además, no podía esconder los asesinatos que había cometido si decía que Michael Warren estaba vivo, a lo que se sumaba el hecho de que todo mi futuro de mi anterior vida se había esfumado con la destrucción de mi trabajo y la muerte de mi novia.
Por eso mismo lo que se cernía sobre mí era un nuevo futuro. A partir de ahora sería quien quisiera ser y haría lo que quisiera hacer. Y si había acabado con los delincuentes que me habian hecho eso a mí, ¿qué me impedía ayudar a la gente que se viera en problemas por culpa de gentuza como la que acababa de matar? Me prepararía y sería un vengador en la sombra, alguien que haría el trabajo sucio sin dejar pistas ni huellas, porque yo estaría siempre al acecho, yo sería todos y no sería nadie. Y a partir de ahora mi nombre clave sería Chacal.