martes, 27 de diciembre de 2005

Relato: KRAVEN CONTRA KRAVEN

Markus Kravinoff se acercó a la playa y recogió un dial con las letras HERO que estaba tirado en la arena. Agarrándolo con fuerza con la mano cerró los ojos como si se estuviera concentrando, y de repente la playa, el cielo y todo lo que había a su alrededor desapareció dando paso a un amplio almacén.

- Perfecto, creo que ya habéis tenido suficiente realidad virtual queridas mías. –dijo dirigiéndose hacía la pared del fondo.

Jessica Bishop, Mary Durban y Jane Linde estaban sentadas cada una en una silla, pero en estado catatónico, con la mirada fija a ninguna parte. Markus las miró y sonrió. Eran sus chicas. Él las quería y ahora que las tenía no las iba a dejar perder. Lo único que tenía que hacer era utilizar su capacidad mutante para tergiversar la realidad. Con ello había conseguido hacerles creer que a ellas o a gente cercana a ellas les había caído un dial con las letras HERO que otorgaba poderes al usuario. Y aunque ese aparato existía (era el que él tenía ahora en sus manos) al comprobar lo que hacía pensó que tenía el arma para conseguir lo que pretendía.

Todo empezó hacía años, cuando la madre de Markus (Ylenia) le dijo que su padre era Sergei Kravinoff, más conocido como Kraven el cazador, uno de los enemigos clásicos de Spiderman. Kraven había sido un noble ruso con una gran fortuna, pero su demencia le había hecho obsesionarse con la caza del vigilante conocido como Spiderman, lo cual había provocado que desatendiera a los hijos que había dejado desperdigados por el mundo (aparte de él, Markus sabía que tenía un hermanastro llamado Alyosha, que aún no había conocido). La madre de Markus tuvo que trabajar duro ella sola para sacar a su hijo adelante, y él la había correspondido intentando ser un buen estudiante, lo que provocó que no se relacionara con el resto de sus compañeros y fuera un paria al que sólo se acercaban los demás cuando necesitaban ayuda, consejo o simplemente alguien con quien hablar. Eso, unido a una gran timidez, provocó que Markus nunca hubiera tenido amigos, y por lo tanto tampoco nunca hubiera salido con ninguna mujer.

Cuando acabó sus estudios empezó a notar que tenía ciertas aptitudes que se podrían calificar de especiales. En una ocasión estaba comprando en una tienda cuando entró un ladrón a robar. Markus deseó que ese hombre sintiera lo que estaba haciendo sentir a los demás, y sin saber muy bien como, el ladrón empezó a chillar como si estuviera viendo al mismísimo demonio y salió a la calle, donde se voló los sesos con la escopeta que llevaba. Posteriormente en una entrevista de trabajo Markus llegaba tarde, pero sin saber muy bien como, pudo hacer creer al entrevistador que llegaba el primero. A través de experiencias como esas, y de otras posteriores, Markus se dio cuenta de que podía hacer creer a las personas que tenía a su alrededor lo que él quisiera, que podía manipular la realidad que los demás veían y sentían.

Un poder así le podía haber abierto todas las puertas, pero eso significaba que él era un mutante, y Markus sabía muy bien que los mutantes eran los seres más despreciados del planeta. Bastaba con ver el odio que se le tenía a la famosa Patrulla X de Lobezno y compañía. Él no quería verse obligado a jugar a los superhéroes, aquello no le gustaba. Pero el hecho de tener el poder que tenía y verse obligado a esconderlo le irritaba. Veía a los demás a su alrededor que evolucionaban, pero él parecía que se fuera a quedar anclado toda la vida con su trabajo de oficinista y viviendo con su madre (ya que al no haber tenido novia no había pensado en independizarse, y menos al abusivo precio al que estaban las viviendas).

Entonces fue cuando en su despacho se hicieron cambios de personal y entraron varias empleadas, y entre ellas Jessica Bishop, Mary Durban y Jane Linde. De la primera, pese a que era con la que tenía la mayor diferencia de edad, lo que le gustó fue lo guapa que era (aparentaba al menos 10 años menos de los que tenía), lo simpática que era y su elegante forma de vestir, que le hacía resaltar su magnífica figura. De Mary Durban le gustó su desparpajo y simpatía (era dos años menor que él) aparte de que tenía ese atractivo natural que se valora más que el de las modelos, y un cuerpo bastante bonito. Y por último estaba Jane Linde, la que a él le parecía más hermosa de las tres, aunque también la más tímida, recatada, silenciosa y hasta cierto punto misteriosa.

Markus se dio cuenta rapidamente de que pese a que él fuera amable, nunca conseguiría a ninguna de ellas. Jessica le dijo bien claramente que no se hiciera ilusiones, Mary estaba casada y hablaba de su marido a todas horas ante cualquier comentario fuera de lugar y Jane tenía un novio con el que (aunque se veía poco) si lo suficiente para que le dejara las puertas claramente cerradas a Markus. Entonces fue cuando un día encontró el misterioso dial con las letras HERO. Lo probó y vio lo que se podía hacer con él, pero decidió que en vez de utilizarlo para su beneficio, lo utilizaría para convertir en realidad las fantasías de esas tres mujeres, y conseguirlas para él, bien fuera a una o a todas. En esas fantasías había conseguido acostarse con Mary Durban y enamorar a Jane Linde bajo los rasgos de diferentes personalidades (sólo había fracasado con Jessica, la más reacia de las tres).

Pero ahora quedaba la realidad. Las tenía que hacer volver porque había denuncias por la desaparición de todas ellas. ¿Cómo se lo iba a montar? Decidió soltar a Jessica, la tercera en discordia. Después de todo sus preferencias estaban en Jane o sino Mary, que después de todo eran más jóvenes. Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por una voz:

- Maldita sea, parece que yo soy el único hijo normal que tuvo el cabrón de mi padre.

Esa frase la había dicho un hombre joven, de unos 30 años, con cuerpo atlético, melena morena al viento y desnudo de cintura para arriba, que sostenía un cuchillo de grandes dimensiones en su mano.

- ¿Y tú quien eres? –preguntó Markus.

- Me llamo Alyosha Kravinoff, y soy tu hermanastro. Me enteré de las desapariciones y aunque no hubiera sospechado nada y le hubiera dejado el caso a la policía, me llamó mucho la atención de que el apellido de uno de los empleados fuera Kravinoff, como yo. No fue difícil seguirte la pista, aunque tu poder sea el de manipular la realidad, como me dijo tu madre.

- ¿Has hablado con mi madre?

- Sí. Ella fue la que me dijo que puedes manipular lo que los demás ven y sienten. Lo heredastes de ella, lo que pasa que te lo ocultó para no hacerte la vida más difícil después de que nuestro padre nos abandonara.

- No me puedo creer que a ti también te abandonara.

- Si, también. Sergei estaba loco, su única obsesión era Spiderman. Así acabó como acabó, pegándose un tiro cuando creyó que lo había conseguido. No acabes como él. Suelta a esas mujeres.

- Tú no me comprendes. Tú nunca has tenido problemas, he visto las mujeres con las que has salido. Eres un sex-symbol, eres guapo, eres atractivo, eres fuerte. Yo soy un mierda, jamás podré conseguir las mujeres que tú tienes... de hecho jamás he conseguido ninguna.

- Yo también tengo poderes Markus. Heredé de nuestro padre unos sentidos agudizados y probablemente el mejor olfato del mundo sólo superado por el de Lobezno. Pero nada de eso me ayudó a ser lo que soy. Fui yo el que luché por lo que quería. Haz lo mismo. Si quieres a una mujer, demuéstraselo con sinceridad, no utilices tus poderes para hacerlas vivir fantasías irreales.

- Está bien, haré que nada de esto haya sucedido. Modificaré sus recuerdos y los de la gente que las rodea para que crean que nada de esto sucedió nunca.

Markus despertó de su estado a las tres mujeres cuando de repente una red le cayo encima, enredándolo y tirándolo al suelo.

- Markus Kravinoff. ¿Es que siempre tengo que tener problemas con los hijos de Kraven? –dijo Spiderman.

- ¡No! –gritó Alyosha –¡lárgate!

- ¿Qué? –dijo Spiderman. Pero antes de que pudiera pronunciar la última vocal, el almacén donde estaban desapareció, convirtiéndose en una zona rocosa con grandes abismos por los que circulaban ríos de lava incandescente.

- ¿Qué pasa?

- Maldita sea, Spiderman, yo llegué primero y estaba a punto de convencerlo para que depusiera su actitud. Ahora lo has cabreado...

Markus estaba encima de un islote de roca rodeado de lava por los cuatro costados:

- Me has engañado hermano. Te has aliado con la pesadilla de nuestro padre. Si has venido por estas mujeres, ¡ves a salvarlas!. –y diciendo esto lanzó a Jessica al vacío.

- ¡Dios mío, no! –dijo Spiderman, y rapidamente lanzó una telaraña que sujetó a la infeliz chica, dejándola a salvo.

Mary Durban y Jane Linde estaban forcejeando con Markus, y en un momento dado fue la primera quien consiguió propinarle una patada en la entrepierna que le hizo trastabillar... y golpear sin querer a Jane, quien cayó desde un altísimo precipicio.

Durante un instante Spiderman vio a Gwen Stacy. Había sido su primer amor, y siempre era el error más doloroso de su pasado, ya que cuando cayó del puente (lanzada por el Duende Verde) no pudo salvarla. Jane Linde se parecía mucho a Gwen Stacy. Tenía su misma belleza, su misma fragilidad, pero él evitaría que tuviera su misma muerte. Se lanzó al vacío tras ella, lanzó una telaraña al risco más cercano, la agarró al vuelo y con el impulso del salto pudo balancearse hasta el risco y ponerse los dos a salvo. Había sido un rescate de película:

- Gracias Sr.Spiderman –dijo Jane, y le dio un beso en los labios, levantándole ligeramente la máscara y después abrazándose fuerte a él.

Por su parte Alyosha estaba ahora junto con su hermanastro Markus. Los dos estaban luchando en un risco en el que cada vez quedaba menos espacio ya que la lava estaba comiéndose la roca. Mary estaba allí cerca, alejándose cuanto humanamente podía de la lucha (para no salir herida), pero chillando como una loca porque pensaba que iba a morir. Pero Al Kraven era más fuerte que Markus, y lo pudo dominar. Retorciéndole un brazo tras la espalda y poniéndole el cuchillo al cuello, Al le dijo a su hermanastro:

- Markus, para ya. Lo que te dije antes de que apareciera Spiderman es verdad. Deja libres a estas mujeres.

- ¡No, Spiderman me llevara a prisión!

- Te equivocas Markus, tú déjame hablar con Spiderman y te aseguro que esto puede quedar entre nosotros.

Markus cedió y la realidad volvió a materializarse. Otra vez estaban en el almacén del inicio. Al habló con Spiderman y decidieron darle una oportunidad a Markus. Por esta vez no pasaría nada si las tres mujeres volvían a sus vidas normales como si nada hubiera pasado (y ahí entraba Markus, quien tendría que modificar las realidades de unas cuantas personas para que así fuera).

Antes de despedirse de ellas (y que, por tanto, ninguna de ellas supiera jamás lo que había sucedido) Markus habló con las tres mujeres:

- Siento mucho lo que os he hecho. Quizás podáis pensar que mi amor es un poco obsesivo y paranoico, pero era sincero. Con cualquiera de las tres me hubiera conformado, y hubiera procurado remover cielo y tierra para que esa chica a mi lado hubiese sido la mujer más feliz del mundo.

- Pero no puedes obligarnos a quererte, aparte de que no puedes tenernos a todas. –dijo Mary.

- Lo sé, por eso espero que cuando vosotras no recordéis nada de esto, pueda ganarme el amor de la que verdaderamente más me gusta de las tres, de la que estoy profundamente enamorado. Ella es...

- Menos cháchara hermanito que se hace tarde.

La realidad cambió y las tres chicas continuaron sus vidas normales, como si nunca les hubiera pasado nada, así como toda la gente que les rodeaba, que no notaron su ausencia. Spiderman siguió en sus aventuras habituales (aunque se llevó el dial con las teclas HERO para que el Doctor Extraño se hiciera cargo de él), mientras que Markus continuó trabajando en el mismo sitio... aunque con la atenta mirada de su hermano Al Kraven para que no utilizara sus poderes de manera abusiva como había hecho.

Y Markus, por su parte, continuó intentando enamorar a la chica que más le gustaba de las tres. Veremos si tiene suerte.

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