La historia de la ciencia ficción es, a menudo, una historia de visionarios. Si Julio Verne imaginó en el siglo XIX muchas realidades del XX (los submarinos, los viajes a la Luna...), Stan Lee (gurú de la Marvel) vio claro en 1961 el elemento clave en la conquista espacial del siglo XXI: los rayos cósmicos. Era algo a lo que los científicos no habían prestado atención. Hasta ahora.
A diferencia de lo que sucede en la historia de Lee (en la que tres hombres y una mujer se convierten en Los cuatro fantásticos), esa radiación no proporciona superpoderes sino todo lo contrario. Según un informe que acaba de presentar el Consejo Nacional de Investigaciones de EE UU, los rayos cósmicos pueden destruir el ADN de las células de un astronauta, imposibilitando que puedan curarse a sí mismas. El efecto de la radiación galáctica, una lluvia de iones producida por la explosión de supernovas, es más directo: cáncer. Esas radiaciones no afectan a la ISS, protegida por el campo magnético de la Tierra, pero sí dañarían a las expediciones humanas a la Luna y a Marte previstas para 2020.
Fuente: Metro
A diferencia de lo que sucede en la historia de Lee (en la que tres hombres y una mujer se convierten en Los cuatro fantásticos), esa radiación no proporciona superpoderes sino todo lo contrario. Según un informe que acaba de presentar el Consejo Nacional de Investigaciones de EE UU, los rayos cósmicos pueden destruir el ADN de las células de un astronauta, imposibilitando que puedan curarse a sí mismas. El efecto de la radiación galáctica, una lluvia de iones producida por la explosión de supernovas, es más directo: cáncer. Esas radiaciones no afectan a la ISS, protegida por el campo magnético de la Tierra, pero sí dañarían a las expediciones humanas a la Luna y a Marte previstas para 2020.
Fuente: Metro
No hay comentarios:
Publicar un comentario