sábado, 28 de mayo de 2022

PIG, en busca de la cerda de NICOLAS CAGE (crítica sin spoilers)

Nicolas Cage es un actor que ha tocado el cielo (con premio Oscar incluido, y protagonizando exitosas cintas taquilleras de Hollywood) y el infierno (con productos de evidente inferior calidad o sencillamente engendros bochornosos en los que se veía metido tan solo para saldar deudas), pero está claro que no deja a nadie indiferente. Su tendencia al histrionismo le ha granjeado tantos seguidores como detractores (recomiendo el libro Las 100 primeras películas de Nicolas Cage, que primero conseguí leer de la biblioteca y luego lo compré con la dedicatoria de su coautor Paco Alcázar, donde se hace un repaso con mucho humor e ironía a la filmografía de este actor)

Con el argumento básico que tiene esta película titulada Pig, que protagoniza el citado Cage en el que sería el debut como director de Michael Sarnoski, uno puede pensar que estamos ante el enésimo film de venganza, pero esta vez poniendo como "excusa" la cerda del protagonista (total, ¿no era un perro el que hacía lo mismo en John Wick?). Pero para mi sorpresa estamos ante un drama intimista donde sin duda Nicolas Cage hace una interpretación contenida (para lo que suele ser habitual en él), a lo que también destacar la buena química que tiene con el personaje encarnado por Alex Wolff, ya que aunque inicialmente puedan parecer totalmente opuestos entre si (sólo relacionados por el negocio de las trufas), el desarrollo de la historia culminará en el entendimiento mutuo entre ambos, cada uno de ellos por sus diferentes razones personales.

La historia comienza presentándonos a Rob, el personaje encarnado por Nicolas Cage: se trata de un ermitaño de pocas palabras que vive al margen de la sociedad en una remota cabaña en Oregon, con la única compañía de su cerda trufera, un magnífico animal con un gran instinto para descubrir dicho manjar. Las que encuentra se las vende esporádicamente a Amir, el personaje de Alex Wolff, que a cambio le cubre las necesidades mínimas para poder sobrevivir en dicho ambiente (a destacar cuando le dice a Rob que cualquier día se lo encontrará muerto) Bien pronto se hace evidente el contraste entre ambos, porque mientras Rob se desentiende de todo, lo que le lleva a vivir (y parecer) un andrajoso vagabundo en armonia con la naturaleza; Amir si le da gran importancia a las apariencias, lo cual queda evidenciado en el coche deportivo en el que viaja, así como en lo extraño que se ve fuera del paisaje urbano por el que está acostumbrado a transitar. 
 
Todo parece ir más o menos bien en este aparente marco idílico, aunque uno ya sospecha (y luego la historia confirma) que fueron traumáticos los motivos que llevaron al protagonista a llevar varios años viviendo al margen de la sociedad. Pero un día unos desconocidos le secuestran a la cerda y eso marcará su decisión de recuperarla, sea al coste que sea. A partir de ahi uno esperaría las consabidas dosis de violencia del protagonista en pos de alcanzar su objetivo, pero pese a que la hay, tan sólo aparece esporádicamente. A cuentas de la búsqueda que emprende Rob de su cerda necesitará un compañero de andanzas, el cual será un Amir que en principio lo desprecia (hay un momento en que se lo dice bien a las claras), pero que poco a poco lo irá comprendiendo, hasta establecerse una simbiosis entre ambos en la que mientras uno se enfrenta a los temores de su pasado (ya que paulatinamente se irá desvelando los detalles que le llevaron a vivir en la situación en la que vive), el otro superará la larga sombra de un progenitor que le ha marcado siempre los límites. 
 
En un principio la búsqueda desesperada del animal por parte de Rob puede parecer algo exagerada, cual si el personaje no estuviera en sus cabales, pero más allá de eso uno empatiza con su amor por su mascota, la única compañía que tiene en su autoimpuesta soledad, aunque también sea su fuente de ingresos por las capacidades truferas de la misma. Lejos de los histrionismos a los que a veces nos tiene acostumbrados Nicolas Cage (y que bien podría haber explotado aqui), su trabajo actoral en este film es sutil, introspectivo y pausado, algo que le transmite a la propia película, cuyo ritmo es bastante tranquilo (algunos dirán que incluso demasiado lento) en sus 92 minutos de metraje divididos en tres actos. En resumidas cuentas Pig es una cinta sin excesos, introspectiva y tranquila, pero que resulta un acertado drama sobre el hecho de superar una pérdida traumática.
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