Que duda cabe que las preferencias cambian con el tiempo, y que lo que triunfaba en un momento dado, puede toparse con un ninguneo extremo pasados unos años. Si durante la década de los noventa y principios de los 2000 había un género con el que siempre se acertaba (al menos en la taquilla), era sin duda con la comedia romántica; y si hay una actriz que representa a la perfección dicho género durante aquellos años, esa es Meg Ryan. Aunque de entonces cada cual tendrá sus preferencias, en mi caso un film con la mencionada actriz que en su momento me gustó bastante fue Adictos al amor.
Pero han pasado ya tres décadas desde que la citada comedia romántica triunfaba, y las nuevas generaciones no la han encumbrado entre sus preferencias como si sucedió antaño. No habría problema si uno es un intérprete solvente con registros variados, que puede alternar entre las más diferentes temáticas con resultados como mínimo funcionales.
El problema es que Meg Ryan quedó encasillada dentro de la comedia romántica, siendo donde ha conseguido sus mayores éxitos (aunque para el más reciente habría que retroceder hasta 2001, con Kate & Leopold junto a un por entonces emergente Hugh Jackman) ¿Solución? Darle al público lo que espera de uno, que es lo que aplica Meg Ryan, en la que sería su segunda película como directora tras estrenarse en 2015 con Ithaca, acompañada aquí de otro claro "encasillado": un David Duchovny por siempre recordado por Expediente X.
Presentada en la más reciente edición del BCN Film Fest, esta película se estrenó el pasado mes de noviembre en Estados Unidos, pasando totalmente desapercibida en cuanto a resultados de taquilla. Eso se puede justificar no solo en que Ryan y Duchovny son estrellas ya veteranas (y que por lo tanto las nuevas generaciones no conectan con ellas) sino porque en si SON LOS ÚNICOS PERSONAJES del film, más allá de incluir el aeropuerto donde acontece la acción como tercer personaje en la sombra, por los mensajes que claramente les dirige por megafonía y en cartelería. Aunque se vean más personas por donde acontece la acción,
son meros figurantes sin ninguna frase ni relevancia e
interacción de ningún tipo con la pareja protagonista, por lo que se nota (Y MUCHO) de donde viene la historia, ya que se trata de la adaptación de la obra teatral Shooting Star de Steven Dietz. El resultado se hace muy deudor de su origen, no ayudando la traslación cinematográfica llevada a cabo por Meg Ryan, que ofrece un resultado más cercano a un esquemático telefilm.
Es una pena porque su premisa argumental no está mal: Bill y Willa se encuentran por casualidad en un aeropuerto cuando ambos iban a diferentes destinos. Un fuerte temporal los deja anclados allí, y tras rememorar como les ha ido la vida desde que fueron pareja hace ya décadas (dejando claro que la rotura de la relación no fue del todo feliz), lo que viene a continuación son una sucesión de charlas sobre lo divino y lo humano en diferentes puntos del aeropuerto, que les llevará a la conclusión de que en el fondo tenían temas pendientes que este fortuito encuentro les permitirá resolver. Hasta aquí convence, pero se dilata en exceso (daba mejor para cortometraje o episodio televisivo), más allá de que la interacción antes citada del propio aeropuerto (o que en cierto momento se queden solos en él) resulte artificial y poco creíble, aunque se quiera englobar dentro de cierto "realismo mágico". Eso si, hay que reconocer que la pareja protagonista funciona bien y denotan tener cierta química, más allá de que sus personajes estén perfilados mediante meros arquetipos.
CALIFICACIÓN: Regular (2/5)
=================================
- FICHA TÉCNICA y SINOPSIS en IMDB (en inglés) y FilmAffinity (en español)
- FECHA DE ESTRENO EN ESPAÑA: 17 de mayo de 2024.