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domingo, 26 de diciembre de 2021

NO MIRES ARRIBA, una sátira dilatada en exceso (crítica sin spoilers)

En la década de los setenta del pasado siglo XX se pusieron bastante de moda las películas catastróficas, en las que la tónica general era reunir un amplio elenco actoral (muchos de ellos en el ocaso de su carrera) para presentar a una serie de personajes con los que nos pedían que más o menos empatizáramos, ante la amenaza de rigor (en la que había todo tipo de opciones: aviones que se pueden estrellar, barcos que se pueden hundir, cataclismos de la naturaleza, invasiones o plagas que nos pueden asolar y un largo etcétera) Como los medios no estaban tan desarrollados, los efectos especiales eran más clásicos, de ahi que los momentos de catástrofe se concentraran en el tramo final, aunque ese género tuvo un relativo revival a finales de la década de los noventa, donde ya se podían ver desastres con mayor lujo de detalles.

La tónica habitual era que fueran de género dramático (no en vano se situaban enmedio de una catástrofe), pero bien pronto le vieron el toque chistoso, como demostró la saga de parodias que comenzó con la clásica Aterriza como puedas. Dentro de ese estilo, siempre con matices, en 1996 Tim Burton estrenó su Mars Attacks!, que tuvo que vérselas en taquilla aquel año con Independence Day (narrando ambas una invasión alienígena), en una comparativa en la que salió perdiendo, ateniéndonos a los resultados de taquilla. Pero en esencia el film de Tim Burton no dejaba de ser una parodia de dicho género, en el que un destacado elenco de actores estaban al servicio de una satírica visión de la sociedad de aquella época.

Si la imagen que ofrecíamos como colectivo entonces ya era mala, el transcurso del tiempo sólo la ha hecho peor, por lo que hoy en día somos una humanidad que se debate entre polémicas estériles a traves de unas redes sociales donde el anonimato fomenta la impunidad y la intolerancia, dirigidos por unos políticos que solamente buscan su propio provecho (sin importarles lo más mínimo unos votantes en muchos casos fanatizados por las diferentes ideologías de cada partido), mientras una sociedad cada vez más consumista y esclava tanto de la tecnología como de la imagen personal (que siempre ha de ser perfecta) idolatran a efímeras estrellas del espectáculo. Y todo eso mientras contaminamos y arrasamos la Tierra, el único planeta que tenemos para vivir, con un cambio climático que es el origen de esa multitud de fenómenos atmosféricos extremos y devastadores que se están viviendo en los últimos tiempos por todo el mundo.

Dentro de esa vertiente negativa ante como es la humanidad, y lo que esperar de ella, se centra esta película titulada No mires arriba, en la que se da una visión tan agorera de lo que representamos que merecemos nuestra más que probable extinción. Enfocada desde un punto de vista satírico, este film se centra en dos científicos que descubrirán un meteorito que tiene trayectoria de colisión directa con la Tierra, y que por sus dimensiones podría provocar una extinción como la de los dinosaurios, pero ahora para la humanidad. Lo que tendría que ser una alarma a nivel mundial provoca un desinterés inicial (más preocupados por trivialidades) y una manipuladora incompetencia posterior (donde prima el futuro electoral y personal) que tiene su puntilla con el materialismo subsiguiente (intentando sacar un beneficio económico de la amenaza que se avecina), llevando a un final tan delirante como coherente a tenor de todo lo que le antecede.

Con una premisa argumental tan interesante (no es extraño ver en ella una equivalencia a toda la problemática derivada por el cambio climático), esta película tenía la ventaja de su destacable elenco actoral (con Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence de protagonistas, secundados por Meryl Streep, Jonah Hill, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman y Cate Blanchett entre otros) por lo que podía haber sido todo un referente. Incluso Netflix la preestrenó en algunos cines el 10 de diciembre, antes de que se estrenara en la citada plataforma el 24 del mismo mes, con el objetivo puesto en la próxima temporada de premios. Pero su mayor error es su excesivo metraje, superior a las dos horas (incluidas dos escenas entre y poscréditos), con algunos momentos intrascendentes o reiterativos, cuando no directamente descartables, lo que hubiera agilizado el (tan solo) correcto resultado final.

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