Me ha costado un poco leer este tercer tomo de Lobezna, pero no por nada intrínseco al mismo comic sino porque el usuario previo a mi que lo tenía lo ha devuelto con dos meses de retraso, con lo cual en vez de ser uno de los últimos que leyera en 2018 se ha convertido en uno de los primeros de 2019 (es lo que tienen las lecturas de biblioteca, algo que ya he citado por aqui en varias ocasiones)
En este caso Lobezna: Enemiga del estado lleva a recordar una de las mejores aventuras que vivió su versión masculina, con la que (no por casualidad) comparte mismo título (de hecho en el original es Enemy of state 2) Enfocada como secuela de aquel emblemático arco argumental con guión de Mark Millar y apartado gráfico de John Romita Jr. se presenta aqui un esquema parecido pero en esta ocasión con protagonismo de Laura Kinney, el alter-ego de Lobezna. Se completa este volumen con el primer anual de este personaje, en el que tendrá de compañera de aventuras a SpiderGwen, que sirve de prólogo a la historia que da título a este tomo.
Empezando justo por lo antes indicado, en dicho anual vemos un recurso utilizado en otras ocasiones y que suele plantear dilemas interesantes: por motivos en principio desconocidos Lobezna y SpiderGwen han intercambiado sus cuerpos, por lo que tendrán que resolver juntas el misterio que se esconde tras ello antes de que dicho cambio sea imposible de solucionar. En el recuerdo está una situación muy similar que protagonizaron en el universo Ultimate sus versiones masculinas (o sea, Spider-Man y Lobezno), y que en este caso es resuelto con corrección y entretenimiento. Tras ello tenemos Enemiga del estado, el arco argumental que como secuela del antes citado llevado a cabo por Millar y Romita Jr. resulta algo inferior si bien logra mantener el interés del lector durante los seis números que abarca, pese a que su final creo que resulta un poco forzado por aquello de mantener intachable la reputación de este personaje (vamos, que lo que en inicio parece una cosa, al final acaba siendo otra, todo para salvar la moralidad de Lobezna aunque sea bajo control mental)
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Cuando el otro día estaba echando un vistazo a las novedades me veo la novela El cuchillo en la mano de Patrick Ness, y lo primero que pensé era que el nombre del autor me sonaba muy conocido. ¡Como no! Al poco me percaté de que era el responsable literario de Un monstruo viene a verme, obra que estuvo adaptada en pantalla de la mano de J.A.Bayona, por ello me decanté por este libro pese a ser mucho más extenso que la novela que le dió más fama y en si constituir el inicio de una trilogia que mezcla varios géneros. De hecho esta novela fue editada hace varios años, cuando su autor no era tan conocido, pero debido a que supongo que no tuvo las ventas esperadas no se editaron sus dos secuelas, algo que parece que se remediará ahora porque la continuación directa ya está en el mercado y la que cierra la trilogia me imagino que no tardará en tener el mismo destino.
En esto supongo que resulta de bastante influencia que se haya adaptado esta novela a la gran pantalla contando de protagonistas a Tom Holland (el nuevo arácnido de Marvel desde Spider-Man Homecoming) y Daisy Ridley (la protagonista femenina de las nuevas películas de Star Wars), lo cual admito que me ha sido de gran ayuda a la hora de imaginar las peripecias por las que pasan sus personajes en una primera entrega de la trilogia sin duda alguna repleta de acción (bueno, eso y que el villano tendrá el rostro de Mads Mikkelsen, lo cual también ha "ayudado" a la hora de visualizar mentalmente las diferentes situaciones y los personajes)
Esta obra entraría dentro de ese bastante extenso grupo de distopias juveniles que se pusieron de moda hace ya unos años (a raiz de franquicias tales como Los juegos del hambre), pero pese a tener elementos en común con ellas, se maneja bastante bien en una mezcla de géneros donde cabe desde la ciencia-ficción más elemental hasta los westerns. Con una evidente crítica hacia el colonialismo salvaje que sería una característica propia del ser humano o los fanatismos religiosos (esto último a partir de que se vayan descubriendo ciertos secretos), sin desvelar spoilers diré que todo gira sobre Todd Hewitt, un adolescente usual que vive en un remoto pueblo de un remoto planeta donde se ha instalado la humanidad, sugiriendo que se abandonó la Tierra al consumir todos sus recursos. En dicho nuevo mundo hay una característica especial: los seres humanos pueden escuchar los pensamientos de todo bicho viviente, incluyendo ellos mismos (atención al perro del protagonista, un notable secundario) y no hay mujeres... o eso creía el protagonista, hasta que descubre a una a la que le rodea el silencio, y con la que tendrá que huir en un periplo que le llevará a averiguar varias cosas que le llevarán a cuestionarse muchas otras. Como he indicado estamos ante un libro extenso (roza el medio millar de páginas) pero que se hace tremendamente entretenido de leer y deja con un intenso final donde cabe preguntarse los derroteros por los que girará la historia a partir de ahi.
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Cualquier artista destacará dentro de su ramo si se demuestra que puede no quedar encasillado, y eso me lo demostró Albert Monteys gracias a su obra ¡Universo! que me leí hace unos meses. Pero con este El show de Albert Monteys lo que recupera es su lado más humorístico con una recopilación de las historias que publicó entre 2014 y 2017 en la fenecida revista digital Orgullo y satisfacción. En dichas viñetas el autor hacía una simpática autocrítica mostrando como detrás del dibujante más famoso hay una persona tan normal como podría ser cualquiera.
No mentiré si afirmo que esta es una de esas lecturas de biblioteca a las cuales le pegó un segundo vistazo tras su primera lectura, porque sinceramente resulta muy divertida gracias a la empatía que el autor consigue transmitir a través de su "otro yo" que pulula por estas viñetas, en el que se pueden ver reflejados todos los que son de la misma generación que Monteys (como sería en mi caso, ya que yo soy de 1974 mientras que él es de 1971) Es innegable que sus referencias y referentes los comparto yo también por ese citado tema generacional, y por eso sintonizo con ellos, pero al mismo tiempo congenió y me divierto con sus propias autocríticas hacia sus defectos y virtudes, porque en situaciones similares probablemente sería como él. Todos tenemos sin duda en lo más hondo nuestras mayores o menores mezquindades, y eso lo aprovecha el autor no sólo para fustigarse a si mismo por las suyas, sino que también para hacer una crítica de la sociedad en la que estamos y de los tiempos en los que vivimos. Y no quiero dejar de destacar como nos muestra todo lo citado al mismo tiempo que intenta ser un padre de familia friki, en donde su pareja Mamen representaría el contrapunto a las andanzas de Monteys, logrando algunos momentos de máxima diversión por el contraste entre ambos. En resumen, sin duda alguna diversión garantizada.
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