De Guy Delisle me he leido todo lo disponible en las bibliotecas, por lo que no podía perder su obra más reciente, cuyo título es Escapar: historia de un rehén. Despues de una serie de comics que le han granjeado su prestigio actual, y centrados en sus andanzas personales a lo largo de su vida profesional, aqui el citado autor se vuelca en la vida de otra persona, en este caso la de Christophé André, miembro de una ONG médica que tuvo la mala suerte de sufrir un secuestro en su primera misión humanitaria, a finales de los años 90.
Delisle nos traslada al infierno que vivió André durante los 111 días que duró su cautiverio, en los que sus únicos y más fieles compañeros eran sus pensamientos acerca de la situación que estaba viviendo (demostrando tener una gran entereza frente a las condiciones en las que estaba preso) Durante ese tiempo cualquier otro se hubiera vuelto loco, pero Delisle logra que tengamos una empatía sincera hacia nuestro protagonista cuando vemos como intenta pasar la monotonía de las horas y los días sin desfallecer ni perder la esperanza en que más pronto que tarde se solucionará su situación (por más que la misma se dilató mucho más de lo que él se pensaba) La notable labor del autor consigue que el lector se ponga en la piel de André y sufra por su destino, gracias a una destacable aplicación del más básico arte secuencial para dotar a la narración de esa sensación de opresión que tiene que transmitir.
La portada de este comic ya describe gran parte de la situación que veremos en él, porque André se pasó mucho tiempo esposado a un radiador y sobre un colchón tirado en el suelo, por lo que al leer este comic uno no puede menos que admirar la entereza de este ser humano, que pese a todo no perdió sus convicciones y al poco tiempo siguió colaborando en causas humanitarias (tranquilos, NO es spoiler, porque ya la misma contraportada explica que varios encuentros entre André y Delisle son los que han dado como resultado esta obra)
Hablar de Osamu Tezuka son palabras mayores, porque fue sin duda un genio en casi todo lo que hizo (que fue mucho, por lo que también podemos dar gracias por ello) Con una labor tan prolífica lo que ocurre es que tiene obras más conocidas y otras que no lo son tanto, siendo esta Oda a Kirihito (editada en dos tomos) una de las segundas, lo cual no es obstáculo para gozar y descubrir en ella otra nueva maravilla del maestro Tezuka.
Lo que nos plantea aqui es la odisea de un médico (el Kirihito del título) cuando emprenda una cruzada en pos del origen de una extraña enfermedad que transforma a los que la contraen, dándoles un aspecto perruno. Intentando conseguir una cura cuanto antes, el destino le traerá un funesto resultado que le llevará a vivir varias andanzas por distintos paises, cruzándose con varios personajes, tanto amistosos como hostiles.
Dentro de una trama con tintes médicos, y siendo eso mismo el protagonista principal (aunque insisto en la gran pléyade de personajes relacionados que pueblan esta historia, todos desarrollados de manera realmente notable) enseguida sentí una inmediata empatía hacia Kirihito, en el que encontré multitud de detalles y características de tantos y tantos héroes de todo tipo y condición que nos han presentado a lo largo de los años en diferentes medios, los cuales se enfrentan con perseverancia hacia todos los obstáculos que se encuentran en su camino, aunque a priori lo tengan todo en contra.
Aún así esta obra (publicada en origen entre 1970 y 1971) es previa a algunas a las que me ha recordado (caso del manga
Monster o de la película
Darkman, no así de la serie de televisión
El fugitivo) lo que le da mayor mérito porque seguro que ha sido fuente de inspiración para obras posteriores. Además
Tezuka me vuelve a sorprender con la sutilidad con la que resuelve las escenas con connotaciones sexuales (como ya le había visto
en otros obras suyas), aparte de ese posterior contraste entre el "bestialismo" aparente de los enfermos frente al real de ciertos seres humanos (en este caso en referencia a lo de la serpiente y el bebé, que reconozco que me impactó aunque se resuelva fuera de plano)
En resumidas cuentas es un manga no solo
destacable sino que
muy recomendable, una auténtica maravilla a descubrir que sirve de perfecto puerto de entrada para aquellos que aún no han probado el comic oriental por prejuicios derivados (como todo en esta vida) por los productos más mediáticos del mismo. En este manga no hay pie al aburrimiento, ya que
Tezuka mantiene un excelente ritmo narrativo que te atrapa desde sus primeras páginas, en la que resulta evidente la importante documentación llevada a cabo por el autor para que sobretodo los aspectos médicos fueran coherentes y creibles.
Otro nuevo personaje del comic europeo clásico que he podido descubrir ha sido el César de Maurice Tillieux del que he tenido la suerte de poder disfrutar en su integridad en un tomo que lo recopila todo (aunque también admito que he de dar gracias nuevamente de que mis lecturas de biblioteca me salgan gratis porque este volumen es uno de una edición limitada a 1000 ejemplares al precio de 56 euros cada uno, lo cual puede no estar al alcance de todos los bolsillos)
El César protagonista de estas páginas se podría considerar alter-ego de su propio autor, ya que se trata de un dibujante de comics que se ve siempre involucrado en las gamberradas de los hijos de su vecino, primero Ernesto pero luego la omnipresente Ernestina, una pequeña cuya mayor afición es meter al protagonista en cuantos más follones mejor (a lo que habría que sumar su padre Petitcarné, vecino de César y agente de policia, que aprovecha la más mínima para multar a nuestro sufrido héroe, sea con motivo o sin él)
Se supone que el citado agente de la ley fue creado a imagen y semejanza de un vecino real de Tillieux, por lo que es de suponer que con el mismo no tendría una relación muy cordial que digamos, ya que se antoja un personaje un tanto plano y sobretodo caradura por el evidente abuso de poder que hace de su autoridad con el pobre César (a veces motivado por la antigualla que conduce el protagonista, casi otro personaje más) Más adelante al mundo de nuestro sufrido héroe se uniría un nuevo personaje, una asistenta del hogar llamada Hortensia poco aficionada a lo que tendría que ser su labor de quitar el polvo. Pero pese a todos ellos nuestro protagonista aguantará estoico todo lo que le echen, y de ahi muchos de los gags resultantes.
Al leer de la biblioteca no siempre dispone uno de la continuidad de los comics como le gustaría (sobretodo las cabeceras serializadas), por lo que después de haberme leido el anterior tomo hace ya bastante tiempo, el otro día descubrí por casualidad en el catálogo este segundo tomo, que recopila los números 7 al 12 de Caballero Luna, ese personaje de Marvel cuyo alter-ego (Marc Spector) sería el equivalente de lo que en la Distinguida Competencia es Bruce Wayne. De hecho se podría admitir que este superhéroe sería lo más cercano al Batman de DC, aunque nunca ha obtenido el éxito del Caballero Oscuro de Gotham.
Tengo que admitir que el recuerdo que tengo de la anterior entrega (De entre los muertos) es un comic muy entretenido a cargo de Warren Ellis, un autor que parece tener la costumbre de comenzar las series para luego dejarlas y que sea otro quien tome el relevo para continuar lo que él ha planteado (como comentan en el mismo prólogo) Cuando sucede algo así uno siempre se pone en lo peor, ya que son muchas las ocasiones en que grandes ideas han sido resueltas mal, pero una vez leído este Apagón creo que resulta tan ameno como recordaba yo la entrega previa. El tomo comienza con nuestro héroe evitando que un mercenario acabe con un dirigente de una pequeña nación africana, pero lo que podría haber sido tan solo un simple intento más de magnicidio se irá complicando en una trama donde Marc Spector tendrá que demostrar hasta donde es capaz de llegar.
Hay que admirar el acierto en el arco argumental recogido en este tomo de Brian Wood (el sustituto de Warren Ellis) ya que consigue no solo mantener el entretenimiento sino que encima su historia toca de forma colateral varios temas muy actuales tales como la colonización africana y los abusos de poder que la acompañan. Con un buen apartado gráfico a cargo de Greg Smallwood la historia se hace llamativa en capítulos como el segundo del presente tomo, que recuerda a la moda cinematográfica del "metraje encontrado", haciendo al final que este Apagón sea un comic entretenido de un personaje poco conocido del universo Marvel.
¿Os recordais que ya reseñé
tanto el primer Ranciofacts como su segunda entrega, cuyo título era
Mi puto cuñado? Pues como no podía haber dos sin tres, ahora le ha llegado el turno a
Rancio no, lo siguiente, en donde el autor sigue dando un repaso tan exhaustivo como jocoso a tantos y tantos detalles rancios que rodean nuestra común existencia, los cuales están tan unidos al ser humano que sería dificil creer que alguien no hubiera caido en alguno.
En esta tercera entrega se permite desde temas que cubren tan solo una página a otros que gozan de un monográfico, destacando entre estos el que dedica a Telecinco, con un somero repaso (con motivo de cuando el citado canal de televisión celebró sus 25 años) a algunos de los detalles que han sido, y en algunos casos siguen siendo, señas de identidad claramente asociadas a perpetuidad con esa cadena. Ello nos viene a demostrar por enésima vez que lo rancio resulta tan repulsivo como atractivo, de ahi la clara identificación que hace el lector con todos los temas que repasa aqui Pedro Vera, de una variedad tan amplia que seguro que algo se habrá quedado en el tintero para futuras entregas. Y por mi parte encantado si puedo disfrutar de más Ranciofacts en el futuro, porque hacía mucho tiempo que no me reía tanto como lo he hecho con este repaso a lo cutre que todo ser humano tiene dentro de si, y que con esta entrega completa su trilogia.